¿Cuánto vale lo que no se escucha?
Preparo una nueva propuesta a una compañía entusiasmada por la idea de adentrarse en su proceso de expansión.
Y me lleva al momento vivido con una multinacional farmacéutica donde el desafío era conseguir que el equipo se alinease.
Un equipo de marketing que a nivel europeo se reunían por primeva vez en un kick- off para partir de ahí a desarrollar el plan de acción. Se conocían cara a cara algunos, pero otros no. Todas las nacionalidades presentes, energía de resolución ventas y personas muy agradables.
Iniciamos con ejercicios que llevaran a la conexión del equipo, a encontrar el punto que les unía, con qué valores se sostenía. En esos ejercicios se observa que el equipo tiene toda una dificultad para sentirse equipo, porque no se atreven a liderar el proceso, sentían que desde arriba les habían dicho ya cómo tenían que ser las cosas. Pero el máximo responsable estaba realizando los ejercicios con el equipo, lo cual fue clave para que esto se mostrase, pues al mostrarse él, era varón, permitió que se trajese aun sin nombrar todavía dónde estaba el atasco para encontrar la alianza.
El equipo comienza a sentir esa dificultad, pues ya con lo realizado se empieza a destapar. De ahí comienza a aparecer los momentos de tensión, que con mi estilo de facilitación y mi cuerpo, lo sostengo en esa atmósfera tensa, fría, que nadie se atreve a nombrar pues está el jefe, pero que se siente, se huele, y mi radar interno recibe la frecuencia. Una directora comienza a ponerse nerviosa y me indica que igual hay que cambiar de estrategia, y le invito a aguantar también. Les muestro su propia tensión pero es difícil para ellos aguantar en ese momento y poder observarlo, ahí es el momento clave de mi trabajo, cuyo músculo, piel, energía está entrenada para que puedan hacerlo, es lo que verdaderamente está teniendo sentido en esta forma de trabajar.
De pronto comienzo a intervenir invitando a hablar a quien no lo ha hecho, con diferentes técnicas de facilitación, me llega esa onda de que algo bueno va a pasar y se produce la magia de haber sostenido los sentimientos, las tensiones, la palabra de quien tiene que tomar la máxima decisión. Ese momento es cuando empieza a emerger de los más jóvenes del equipo las grandes ideas.
En medio de la discusión, los veteranos descubren que su propia manera de trabajar no les permitió ver las grandes ideas de los más jóvenes, en concreto, fue clave la intervención de una mujer que era de las que menos tiempo llevaba, pero con una energía y ganas de darlo todo, que resultó que había estudiado por su cuenta cómo encontrar la solución pero no se atrevía a mostrarlo porque había cuestiones personales de edad, sexo, posición en la compañía que se lo impedían, pero al ser apoyada, por mí y los que estaban en minoría, lo soltó, generándose una seguridad, que permitió llegar a esa confianza. De ahí, la generación de la alianza y la elaboración del plan de acción, comenzó a fluir, tras haber sostenido todo aquello vivido.
Fue la magia que produce la unión de las personas, lo que permitió llegar a ese punto.
¿te interesa saber más? ¿quieres empezar a sentir tus soluciones en lugar de pensarlas tanto?